lunes, 5 de marzo de 2012

El amor se puede encontrar a la vuelta de la esquina.
En mi vida leí muchas novelas, demasiadas diría yo, algunas que enserio eran adictivas, y otras que eran muy malas. Con muchas hasta lloré, tanto de tristeza y de emoción, como de risa. Con otras me sentí identificada y soñaba con que mi vida fuese así, que todo fuese color rosa, y que todo tuviese un final feliz.
Pero descubrí algo que en ninguna de aquellas novelas existía: las emociones. Osea, sí, pero todo era ficción. Lo que cada uno vive día a día no es lo mismo vivirlo que leerlo. Si toda mi vida hubiese sido un cuento, hubiese sentido lo mismo todo el tiempo, pero al vivirlo es diferente, no es que cada cosa que nos pasa sea más emocionante que la de los libros, porque obviamente no, pero la sensación en nuestro cuerpo, esas cosquillas que nos recorren el estómago cuando nos gusta alguien, esa adrenalina que hacemos cuando hacemos algo relativamente peligroso, ese miedo al futuro, esa decepción al pasado, y los otros miles de sentiemientos que sentimos el día a día cuando vivimos, en una novela no se sienten.
La vida puede parecer cotidiana, pero aún así todos los días descubrimos o hacemos algo nuevo.
Nuestra vida, nuestro destino, lo armamos nosotros, nosotros elegimos el destino que queremos. En los libros ya está escrito, y el final es hermoso, sí, pero no es lo mismo. Puede que nuestra vida sea un desastre, y que nuestro final sea triste, pero siempre hay una razón por la cual sonreír, y sonreír de verdad.
Puede que la vida no sea perfecta, que hayan mil razones por las cuales derrumbarse, pero siempre habrá mil y una para volverse a levantar, y todo con esfuerzo, luchando por lo que queremos. En cambio en el libro, el personaje -por más que seamos nosotros mismos.- crea su propio destino. Y nos guste o no, ese personaje no somos nosotros. 
Y yo lo prefiero así.